Nadie me abrazó
cuándo mi alma estaba dolida.
Nadie perdonó
por lo que mi mente se castiga.
Nadie comprendió
los motivos de mi huida.
Nadie se aferró
tanto cómo yo a la vida.
Nadie consiguió
ganar totalmente la partida.
Nadie encontró
en mí su mitad perdida.
Nadie me resucitó
cuándo quise volver a la vida.
Nadie escuchó
el llanto que tanto dolía.
Nadie más que yo
soy el fruto de mi ruína.

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